Los danzantes de la Virgen de Muskilda, del pueblo navarro de Otsagabia, son acompañados por un singular personaje de nombre Bobo, mitad bufón mitad arlequín en traje rojo y verde, colores que simbolizan la maldad del Diablo y la locura. Está simbólicamente hermanado con otros muchos que pueblan la Península Ibérica y otras regiones de Europa, como cachimorros, botargas, zamarrones, guirrios, locos, mudos, y un largo etcétera.
Pero su mayor singularidad es la máscara bifronte que porta, similar al dios romano Jano, a quien se atribuye la invención de la agricultura, y que nos lleva a considerar que estas danzas podrían pertenecer al equipamiento espiritual de los agricultores neolíticos, y su práctica estaría ligada a la necesidad de combatir plagas y enfermedades por medio del conjuro que en ellas se escenifica.
El desfile multicolor del carnaval bajonavarro y los trajes escamados de los bolantes nos llevan a imaginar una serpiente o dragón, que llega en tropel y con estruendo a traer lo salvaje y lo silvestre a la urbe.
De los murciélagos que dan nombre al jauzi se decía que eran el pájaro de Dios, y presagian el amor cuando son vistos tras la ventana del desván.